Con este cuento, quiero mostrarte cómo, al final, todos tenemos algo valioso que aportar y que la vida siempre nos ayuda a hacerlo. Incluso cuando parece que todo va mal, se está abriendo una puerta que puede llevarnos a un sitio precioso e inesperado si estamos atentos y decidimos fluir con la vida:
El cuento:
Una vez, un anciano muy pobre, decidió hacer algo para cambiar su situación. Se dio cuenta de que en aquella ciudad tan calurosa, lejos del mar y del río, no había ninguna piscina para refrescarse. Así que le pareció buena idea construir una él mismo.
Como disponía de muy poco dinero decidió cavar él mismo el hoyo y luego recaudar agua de la lluvia. Si todo funcionaba según lo previsto, en verano la tendría lista. Después de muchos días de cavar sin descanso tuvo el hoyo terminado. Entonces, invirtió casi todo el dinero que tenía en unos canales para recoger el agua de lluvia que cayera por la ladera y conducirla hasta su piscina. Con mucho esmero, estudiando la pendiente, dispuso los canales y esperó pacientemente la época de lluvias.
Después de la primera tormenta, con gran emoción fue a comprobar su obra. Por muy abundantes que habían sido aquellas primeras lluvias de otoño, la piscina apenas contaba con un palmo de agua. El anciano no se rindió, sinó que estuvo un tiempo más estudiando la pendiente de la ladera y disponiendo sus canales de forma más efectiva. Incluso compró nuevos materiales para mejorar su obra con el poco dinero que le quedaba, pues sabía que todo requiere un esfuerzo y que las cosas hay que hacerlas bien para que salgan bien. Después de la siguiente tormenta fue corriendo a ver su piscina. Decepcionado comprobó como una vez más el agua cubría apenas un palmo y medio.
Durante un tiempo, estuvo comprobando y mejorando sus canales y esmerándose en recoger el máximo de agua para su piscina. Estaba tranquilo, aún había tiempo hasta el verano. Pero pasadas las lluvias de otoño y gran parte del invierno, al ver que la piscina no se llenaba de agua empezó a desmoralizarse. Entonces decidió ir a dar una vuelta por el parque para aclarar sus ideas, pues sabía que el estado de ánimo era crucial para que las cosas funcionen.
Sentado en un banco, se distrajo observando una pareja de pájaros preparar su nido para la primavera. Se acordó de aquellos veranos de la infancia con su abuelo cerca de un lago y de todas las historias sobre aves acuáticas que éste le contaba. ¡Cuánto disfrutaba aprendiendo en aquél lago con su abuelo!
– Ah..! – Suspiró el viejo cansado – Si pudiera ser todo tan sencillo, como para estos pájaros que simplemente tienen que recoger ramitas y construir un nido… se les ve tan decididos… Llevo muchos meses trabajando duro para nada… Ya no sé qué hacer.
Así que siguió andando un rato más hasta que llegó al otro lado de la ladera dónde había ubicado su piscina. Por unos instantes se quedó paralizado de la sorpresa, no daba crédito a lo que veían sus ojos. En aquél otro lado de la ladera, las grandes lluvias habían inundado el terreno y se había formado un precioso lago en un lugar un poco escondido. ¡¡Incluso había una pareja de patos en el agua!! Se emocionó recordando todo lo que sabía sobre aquellas aves: cuando anidaban, cómo diferenciar el macho de la hembra, etc.
Durante las semanas siguientes disfrutó visitando el lago cada día y observando cómo nuevas especies se habían instalado allí también. Con la llegada de la primavera, el lago se llenó de vida y de polluelos. Su piscina, al otro lado, seguía prácticamente vacía.
Un día, vio a una familia acercarse por allí. Al darse cuenta, el anciano, de que no habían visto el lago, se lo mostró emocionado y empezó a contarles todo lo que sabía de aquellas aves. Disfrutaba muchísimo compartiendo su sabiduría y los pequeños, asombrados, le hacían preguntas y aprendían de él. Al marcharse, la familia estaba tan agradecida de aquella clase de naturaleza improvisada que quisieron darle una propina. El anciano sorprendido lo cogió agradecido y empezó a sentir cómo la ilusión crecía en él. Al cabo de un rato, el hombre se maravilló al ver cómo se acercaba otra familia al lago, recomendada por la primera. Así que se ofreció a contar lo que sabía de la vida en el lago y una vez más, recibió una apreciada propina.
Al cabo de unos días, decidió abandonar su proyecto de la piscina y rendirse a lo que la vida le había ofrecido. Así que, vendió todo el material de los canales y con el dinero hizo unos paneles informativos y mantuvo bien cuidado el lago.
De este modo, pudo disfrutar de lo que le apasionaba compartiendo su sabiduría con los habitantes de aquella ciudad y recibiendo una recompensa a cambio con gran gratitud. Dicen que incluso publicó un libro didáctico para niños que tuvo mucho éxito en las escuelas de la zona.
Por fin estaba haciendo lo que siempre había deseado hacer: compartir su sabiduría con el mundo y disfrutando del camino
Para ti
Espero que esta historia te haya inspirado y que te ayude a recordar que de los peores momentos pueden salir cosas preciosas.