Mi nombre es Gemma, soy Coach certificada por la Coach Training Alliance y ayudo a mujeres a cambiar el mundo con sus talentos. Te cuento un poco sobre mí:
Descubrir qué es lo que yo puedo aportar al mundo ha sido algo que deseaba desde niña. Cuando veía a otros que tenían claro qué hacer y por qué (médico, veterinario) y que todos sus esfuerzos iban en una sola dirección con sentido yo me desesperaba porqué no encontraba qué iba a hacer yo tan importante en mi vida. Después de unos cuantos años dejándome llevar por las obligaciones y lo que se esperaba de mí acabé cayendo enferma por depresión. No encontraba mi camino, mi perfecto personaje ya no tenía sentido y mi mundo finalmente se desmoronó.
Una vez recuperada, cambié un poco mi rumbo profesional, pero pronto volví a caer en las garras de “lo socialmente valorado” al doctorarme en un tema que ni siquiera me interesaba. Aquello fue la gota que colmó el vaso, hasta allí había llegado. Me di cuenta de que tendría que desprenderme de todo aquello o nunca encontraría mi propio camino.
Así que decidí por fin hacer caso a mi llamada interna y me tomé un descanso para buscarlo. Detuve mi vida profesional con la idea de empezar de cero, esta vez con sentido. Empecé por dedicar tiempo a encontrar lo que de verdad se me daba bien. Así es como descubrí que el coaching era mi talento especial. Me formé y emprendí mi negocio que empezó muy bien, teniendo en cuenta que tenía un bebé recién nacido y una niña de dos años. Supongo que era la forma que tuvo la vida de indicarme que aquél era mi camino.
Pero no fue fácil. Al cabo de un tiempo, el negocio se estancó, no iba cómo yo esperaba y estuve a punto de dejarlo. Tuve que hacer frente a los miedos, a las dudas y a mi propia falta de fe. Hasta que me di cuenta del problema: aunque conocía mi talento único no conocía mi verdadero propósito. Por eso me faltaba una dirección clara para mis esfuerzos.
Entonces dediqué un año entero solamente a encontrar mi propósito con la ayuda de uno de los coaches más influyentes (y más caros) de EEUU, Derek Rydall. Gracias a ello me acerqué mucho a definirlo, pero no lo concreté lo suficiente, seguramente a causa de mi gran bloqueo: no me sentía merecedora de vivir haciendo lo que me gustaba.
Así que aprendí a cuidarme y a quererme de verdad, es decir, a recogerme con cariño y sin juzgarme cada vez que me caía (que han sido muchas). Aprendí a reconocer mis logros y a valorar mis talentos, sané heridas muy profundas y recogí grandes aprendizajes de mis pequeños fracasos. Pero nunca me rendí. Sabía en el fondo de mi corazón que aquél era mi camino y no me quedaba otra que conectar con la vida y confiar.
Durante un tiempo tuve que priorizar mi trabajo interior para sanar mis miedos y poder abrirme plenamente a mi propósito con la ayuda de diferentes terapias. Hasta que descubrí qué era lo que realmente me importaba de verdad a y cuál era el mensaje que yo tenía para compartir con el mundo: todos tenemos un valor único que aportar y que el mundo necesita.
Entonces todo empezó a encajar. Lo que hacía había adquirido un nuevo sentido y me llenaba de ilusión y determinación. Tenía clara cuál era mi misión y todos mis esfuerzos estaban alineados con ella. Por eso, todo empezó a funcionar mejor, de hecho, el negocio se expandió, aparecieron nuevas oportunidades para expresar mi talento y aprendí a fluir con todo ello con mi misión clara en mente.
Gracias a este largo proceso, he podido ayudar a muchas más mujeres a escuchar su llamada interna y a aportar su talento al mundo. Siento que así, todos ganamos.
Espero poderte acompañar a ti también en este proceso.